En nuestros días, es actualidad el progresivo deshielo de los polos. Una de las razones de ese deshielo es precisamente el calentamiento provocado por el efecto invernadero. Como todos los océanos de la tierra son un único sistema conectado, las aguas más frías van poco a poco calentándose, amortiguando un poco el calentamiento. No existe ningún modelo climatológico que prediga cuando se llegará a romper ese equilibrio. Lo que sí parece indiscutible es que llegará un momento en el que el agua del planeta en su conjunto se haya calentado tanto que la temperatura media del planeta subirá mucho más rápidamente de lo que hasta ahora lo viene haciendo. Y ese día está un poco más cerca.
Volviendo al efecto invernadero, nuestra atmósfera está compuesta por una serie de gases que son los que ralentizan la salida de los rayos solares. El más conocido de ellos es el CO2 (Dióxido de Carbono). Estos gases siempre han existido en la atmósfera, y gracias a ellos la tierra no es ni un témpano de hielo ni un horno inhabitable. Sin embargo, la intervención del hombre, nuestro sistema de agotamiento de recursos que estamos llevando a cabo como especie, está provocando un aumento de esos gases que han modificado el equilibrio existente hasta el momento.
Paradójicamente, el aumento de temperatura global tiene efectos totalmente contrarios a los que parecen obvios: en algunas zonas del planeta hace más frío, las tormentas, huracanes e inundaciones son cada vez más poderosos. En próximos posts hablaré de eso, ya que me parece muy interesante la importancia de la composición de los mares en este sentido.